Ora et labora

El lema Ora et labora, ora y trabaja, se le atribuye a la Orden de San Benito. En realidad, esta fórmula es posterior. Pretende plasmar el equilibrio de la jornada monástica benedictina. La oración y el trabajo son en efecto los pilares que sustentan nuestra vida, ya que son medios privilegiados para encontrarnos con Dios.

Orar

La plegaria es, sin ninguna duda, un momento de intimidad con Dios. No es otra cosa que un diálogo íntimo con el Señor.

San Benito quiere que la oración ocupe el primer lugar: “Nada se anteponga a la obra de Dios”, o sea al Oficio Divino, las alabanzas que cotidianamente cantamos a Dios, de día y de noche. Son los momentos más importantes de nuestra vida.

Del mismo modo que los amigos sienten la necesidad de verse, de comunicarse entre sí, nosotros también necesitamos estos momentos de intimidad con el Señor. La oración litúrgica comunitaria nos pone como comunidad orante en contacto con Dios. Nos reunimos siete veces al día en la iglesia para la plegaria litúrgica.

Además de la oración litúrgica, los monjes dedicamos tiempos del día a la oración privada, momentos de intimidad con Dios. La lectio divina es un periodo de tiempo de lectura orante de la Palabra de Dios, que nos fue entregada en la Biblia.

Que Dios nos hable, que quiera dialogar con nosotros, es para nosotros una fuente y motivo de gozo. Intentamos acoger estas palabras de vida abriendo por completo nuestro corazón. En el capítulo 48 de su Regla, San Benito pide que los monjes se dediquen todos los días, en horas concretas, a la lectio divina.

Trabajar

El encuentro con el Señor también se da durante el trabajo. También en el capítulo 48 de su Regla, San Benito explica que “la ociosidad es el enemigo del alma” (cap. 48) e insiste en que cada monje debe ser diligente en el trabajo que le sea asignado.

El monasterio debe la recuperación de una gran parte de su antigua botica al dignísimo y elevado gesto de D. Juan de Aguirre y Achútegui, quien la compró a D. Octavio Castrillo en 1927 y la regaló a la Abadía cuando todo estaba ultimado ya para ser vendida y trasladada al extranjero.

El propio Cristo santificó el trabajo con su oficio de artesano. Nosotros nos unimos a Él cuando trabajamos. Si el trabajo se cumple según la Regla, no nos distrae de la presencia constante de Dios. Al contrario, favorece el silencio, la humildad, la obediencia y la caridad. Las relaciones de trabajo contribuyen a fortalecer la unidad de la comunidad. También preserva nuestro equilibrio, fundamental para nuestra vida.

Para san Benito el exterior y el interior, el cuerpo y el alma, deben trabajar al unísono. “Que nuestra mente esté en armonía con nuestra voz”: esta recomendación que nos hizo san Benito sobre la liturgia (cap. 19) sirve para todas las actividades de la vida monástica.