San Benito y su Regla
San Benito de Nursia
Benito nació en Nursia (Italia) alrededor del año 480. Comenzó sus estudios en Roma, pero los abandona para comenzar una vida solitaria. Pronto se irá extendiendo su fama y otros jóvenes quieren unirse a él. Como cada vez sus discípulos eran más numerosos, decide fundar una comunidad estable y así nació el monasterio de Subiaco. Después fundará el monasterio de Montecasino, donde murió en el año 547. El Papa san Gregorio Magno, que nos dejó escrita una biografía de san Benito, resaltó su discreción, es decir, su preocupación por la moderación en todas las cosas. Dice de él: “el varón de Dios, entre tantos milagros con que resplandeció en el mundo, brilló también de una manera no menos admirable por su doctrina; porque escribió una regla para monjes, notable por su discreción y clara en su lenguaje. Si alguien quiere conocer más profundamente su vida y sus costumbres, podrá encontrar en la misma enseñanza de la regla todas las acciones de su magisterio, porque el santo varón en modo alguno pudo enseñar otra cosa que lo que él mismo vivió” (Dial. II, 36).
Antes de morir redactó una regla para organizar la vida de los monjes y orientar su espiritualidad. Además de la forma concreta de organización de la vida monástica, la Regla también describe las virtudes monásticas: la obediencia, la humildad y el espíritu del silencio. Organiza la liturgia monástica al detalle, llamada Opus Dei por San Benito: la Obra de Dios. Es el centro y el corazón de la vida del monje.
Hay dos notas que caracterizan la Regla benedictina: de la discreción y claridad de lenguaje. Quizá podemos añadir otras como su gusto por el orden y su carácter realista, su humanidad y la importancia que da a la persona, la Sagrada Escritura como su fuente constante de inspiración y el puesto central que en ella ocupa Cristo. Se trata, pues, de una regla monástica profundamente humana y cristiana.
En el monasterio, leemos la Regla completamente tres veces al año, como el mismo san Benito pedía (cap. 66).